El amor, la guerra y unas anchoas
por Luis Gutierrez
La obra de Catán presentada en Ciudad de México es una brillante comedia caribeña cuyas ambiciones tal vez hayan sido silenciadas por una puesta en escena excesiva y una concertación que falta de matiz.
CIUDAD de MEXICO Mayo 30, 2019 - La última semana de mayo se presentaron en la Ciudad de México las primeras dos óperas de Daniel Catán (1949–2011), una puesta por la UNAM y otra por el INBAL. No sé si fue un proyecto premeditado o una simple coincidencia. En cualquier caso, fue un feliz evento en el que los aficionados a la ópera pudimos disfrutar de dos óperas de quien considero fue el compositor mexicano de ópera con mayor proyección internacional hasta la fecha. El 28 de mayo pasado reseñé la primera de las óperas, La hija de Rappaccini, y hoy les presento la de Salsipuedes o el amor, la guerra y unas anchoas – que abreviaré como Salsipuedes en adelante.
Salsipuedes es una ópera en tres actos del compositor mexicano Daniel Catán con un libreto en español del escritor cubano Eliseo Alberto, con colaboración del escritor mexicano Francisco Hinojosa y el propio Daniel Catán. La ópera fue comisionada por The Houston Grand Opera y tuvo su estreno mundial el 29 de octubre de 2004, bajo la dirección musical de Guido Maria Guida.
En México la estrenó la Orquesta Sinfónica del Estado de México bajo la dirección de Rodrigo Macías el 15 de junio de 2017 en el Teatro-Sala de Conciertos Elisa Carrillo del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario de Texcoco.
La ópera, cantada en español, podría caracterizarse como una comedia tropical que se ubica en la isla imaginaria de Salsipuedesde algún lugar del Caribe. Catán escribió de la música en el programa de mano del estreno absoluto “Mi nueva ópera usa los ritmos del Caribe. El Caribe, es bueno recordarlo, fue el gran crisol de tres culturas musicales fantásticas. Por un lado, estaba la europea que trajeron muchísimos inmigrantes; por otro, el legado del medio oriente que trajeron los españoles, especialmente; y finalmente la corriente africana. Al combinar estos elementos se produce un resultado notable que apenas se ha explorado.”
El director de escena Luis Martín Solís concibió un microcosmos con una alta densidad de población. El equipo de producción lo completaron Jesús Hernández, Rafael Mendoza, Sara Salomón y Érika Torres, diseñadores de escenografía, iluminación, vestuario y coreografía respectivamente. El resultado fue eficiente en general, en momentos brillante, y en otros no tanto.
El primer acto, que podría titularse La boda, la separación y la botadura está poblado por las dos parejas de novios, Ulises y Lucero, y Chucho y Magali, acompañados por una multitud de invitados que inundaban el escenario, chocando algunas veces, quizá porque ya se mostraban borrachos, pero la mayor parte del tiempo moviéndose armoniosamente. La entrada de un cuerpo de baile en la boda es excesiva, en mi opinión, dado su vestuario y cantidad de bailarines. No me hubiera extrañado ver a una Carmen Miranda, a una Tongolele, o hasta un Pepe Carioca. Una vez que la fiesta finaliza súbitamente, con los novios, pertenecientes al grupo musical Los Defines, alistados por la fuerza, la escena se reduce a dos habitaciones de hotel, en las que las parejas muestran su desesperación por la separación forzosa. Ellas se toman el tiempo para incitar a Los Delfines a un rapidito, aunque sea, pero sus esfuerzos resultan infructuosos. La multitud crece en la escena de la declaración de guerra a la Alemania nazi – no entiendo por qué los esbirros del dictador General García continuamente hacen el saludo nazi, ¿porque creen que el pueblo es imbécil, bueno pero imbécil?, no lo sé – y la botadura de la fragata El Invencible, que arrastra consigo a los dos músicos dando así inicio a l periplo de las novias abandonadas buscando a sus esposos.
Abro un paréntesis para decir algo de la música durante este acto. La presión sonora llegó continuamente a los 110 decibeles, debido esencialmente al volumen que los intérpretes de timbas y bongós, colocados junto a un güiro en un palco sobre al proscenio hicieron imposible que se oyese lo que cantaban los personajes, o por lo menos que los obligaron a gritar para ser oídos. Me quedé con ganas de oír a El Chino de Alán Pingarrón, cuya voz es muy bellas y no precisamente pequeña.
El segundo acto me dio la idea de una Odisea inversa, o sea Penélope busca a Ulises. Las primeras escenas muestran a las chicas tratando de encontrar a sus amantes. Después de recorrer la isla llegan al bar de Madame Collette que es un burdel con gran oferta de daifas que tratan de seducir a los dos músicos. Las daifas son actuadas por algunas damas de coro y varias bailarinas, acompañadas por supuesto por sus padrotes; a decir verdad, el comportamiento de Ulises y Chucho se acerca más al de muchos seducidos que se sienten seductores que al del casto José. Por supuesto, las novias, embozadas para no ser descubiertas, se notan fuertemente perturbadas por la experiencia de ver la infidelidad de sus novios. Dos de las damas de la casa, Orquídea y La China, deciden que la aventura puede valer la pena y piden al Capitán Magallanes, asiduo cliente del bar, las lleve consigo al buque y así “conquistar” a los integrantes de Los Defines. Madame Collette pone a los chicos, ya totalmente borrachos, en una canoa para que regresen al Invencible. Las chicas suben a otra canoa y van al barco.
La primera parte de este acto cuenta con la música más lírica y bella, en el sentido convencional, de la ópera. Por fortuna las percusiones se colocaron en el foso y tuvieron menor relevancia que en el primer acto. El toque de música del medio oriente, algo parecido a la del baile flamenco apareció poco antes del solo de Magali.
El tercer acto se desarrolla en El Invencible (por alguna razón la fragata que vimos en el primer acto se metamorfoseó a un típico buque fluvial). Los chicos, jugueteando con las suripantas, encuentran ron, fiambres y anchoas en el casco de la fragata. Un gran periscopio nos hace “adivinar” la presencia de un submarino, al que, dice el Capitán, trasladarán los víveres que el taimado General García vende a los nazis. Las chicas descubren su presencia y cantan un cuarteto de desesperación al que se unen las dos damiselas formando un sexteto. El Capitán heroicamente las envía a tierra con la tripulación y él decide hundirse con su barco al ser torpedeado por el submarino, que no pudo recoger el cargamento. En la casa presidencial el Sargento Guzmán, hombre de confianza del dictador, lo asesina con un disparo – que se oyó menos fuerte que la música del conjunto tropical – y asume “provisionalmente” el poder. La última escena nos presenta el arribo de las canoas con quienes dejaron al Capitán para morir honrosamente en El Invencible.
Catán también escribió en el programa de 2004: “Considero que la ópera cómica es un género muy delicado. Una comedia de este siglo no puede ser lo mismo de lo que fue en los siglos 17 o 18. La comedia es, para mí, un asunto muy serio, ya que tiene que bromear sobre aspectos que de otra forma son muy difíciles de discutir, además de reflejar temas contemporáneos. Tienes que extraer una sonrisa del público, a la vez de transmitir un mensaje muy serio. Por eso la comedia es tan desafiante.”
En mi opinión el final de la ópera es un non sequitur y creo que la ópera no alcanza a ser una comedia seria, sí como las de Mozart o las de Strauss, quedándose en una comedia que se acerca más al pastelazo que a cualquier novela de autores caribeños como García Márquez o Carpentier, que son comedias con mensajes muy serios.
Es posible que la interpretación kitsch del equipo de producción haya enfatizado el aspecto puramente chistoso. En fin.
La interpretación de todos los cantantes fue buena, aunque no puedo opinar de la de Alan Pingarrón porque no la oí. Destacaron las voces masculinas, en especial la de Ángel Macías como Ulises y la de Enrique Ángeles quien hizo dos personajes, El Coronel papá de Ulises y una hilarante Madame Collette. Josué Cerón como Chucho y Armando Gama como el Capitán Magallanes hicieron brillar sus partes como siempre. Liliana Aguilasocho como Lucero tuvo una buena función, aunque creo que fue a la mujer a la que más perjudicó el volumen excesivo y continuo de la orquesta. La mezzosoprano Mariana Sofía García logró, en mi opinión, la mejor función vocal del reparto. Luis Alberto Sánchez como el General, Rodrigo Petate como el teniente de Magallanes, Angélica Alejandre y Arisbé de la Barrera como La China y Orquídea respectivamente y el actor Alejandro Navarrete como el Sargento Guzmán tuvieron un desempeño correcto.
La actuación del Coro del Teatro de Bellas Artes, ahora preparado por Alfredo Domínguez y Luis Manuel Sánchez fue buena.
La Orquesta del Teatro de Bellas Artes no alcanzó el nivel de calidad al que nos había acostumbrado. Es posible que los cambios que se dieron en lo referente al director concertador, primero Eduardo Diazmuñoz, Guido Guida y, finalmente, Ricardo Jaramillo haya impedido la cantidad de ensayos necesaria para la orquestación poco convencional de la ópera. En mi opinión, la dinámica que impuso Jaramillo se limitó a forte y fortissimo, lo que impidió una mejor interpretación vocal.
En resumen, yo podría volver a ver esta ópera, aunque preferiría más control y balance musical, y un poco menos de dirección de escena “over the top”.