Der Rosenkavalier en San Pablo
Octavio, un tenor?
por Fabiana Crepaldi
Agosto 5 y 13 del 2022. No estaba en mis planes volver a escribir sobre Der Rosenkavalier en tan poco tiempo: la vi en julio, en el Festival de Ópera de Múnich, y es una producción que está entre las más notables de mi vida operística, sobre ella escribí una largo y detallado texto al respecto. Así, que un análisis de la nueva producción que estuvo en cartelera en el Teatro Municipal de São Paulo entre el 5 y el 13 de agosto no cabe ni en mi espíritu ni en la paciencia de los lectores. Sin embargo, confieso que no puedo resistirme a un Der Rosenkavalier. La experiencia de asistir a la primera (08/05) y a la última (13/08) funciones de la ópera entre amigos, conversando, leeyendo opiniones y saber que había una cantante brasileña realmente preparada para afrontar el enorme desafío propuesto por Richard Strauss, fueron factores que me hicieron querer enfocarme más en un punto específico: el Octavio de la excelente mezzosoprano brasileña Luisa Francesconi y el travestismo en Der Rosenkavalier.
“Debio haber sido un tenor”, dijo, el día del estreno, un amigo, tras ver al “caballero” Octavian entregando la rosa a la doncella. Ciertamente, estaba imaginando un heldentenor, un Lohengrin. Tal vez incluso un Tristán. Y no fue ella, a lo largo de la historia, la única a la que le molestó la feminidad de Octavian, un personaje travesti. Cuando se trata de óperas de Strauss, William Mann es uno de los autores más importantes. Sobre la elección de una intérprete femenina para Octavian, que escribió lo siguiente: “Los resultados musicales son maravillosos en cada escena de la ópera; pero parece de mal gusto que Hofmannsthal haya elegido una figura tan sexualmente viril como un papel femenino, especialmente en la escena inicial que exige demostraciones abiertas del amor más apasionado: rara vez las dos actrices involucradas logran evitar sugerir una especie de repulsión Lesbianismo mientras se abrazan y se acarician, canturreando tórridos cariños”.
El libro de Mann data de 1964, por lo que no nos sorprende, que esa fuera la mentalidad de la época. En este caso, es grato recordar que la ópera de estos dos artistas de vanguardia, Strauss y Hofmannsthal, data de 1911(!), pero el resultado musical señalado por Mann es de fundamental importancia. Comencemos con él. Richard Strauss amaba la voz de soprano. En Der Rosenkavalier, del cuarteto principal, tres son sopranos: Sophie, Marie Thérèse (la Feldmarschallin) y Octavian. La soprano elegida por Strauss para interpretar a Octavian en el estreno fue Eva von der Osten -para darnos una idea del peso de su timbre, William Mann informa que, tres años después, interpretó a Ariadne en la ópera de Strauss en Covent Garden, Isolde, Kundry y Siegliend en Wagner. Lotte Lehmann, gran intérprete de Strauss, comenzó como Sophie, pasó por Marie Thérèse y terminó como Octavian. Hoy en día, Octavian suele ser interpretado por una mezzosoprano, como es el caso de Luisa Francesconi. La combinación de voces femeninas, como bien observó Mann, creó un maravilloso resultado musical. En el Theatro Municipal de São Paulo, esto sucedió, sobre todo, en el primer acto, donde el Octavian de Francesconi jugó junto a Marie Thérèse de la competente Carla Filipcic. Aunque la buena soprano argentina ya no tiene el brillo y la ligereza de su voz que demostró en el 2018, cuando encantó al público paulista –¡y me incluyo! –, persistió su dominio del canto y un buen conocimiento del idioma alemán, así como su total implicación con el papel. Su interpretación es profunda y conmovedora. Así que el primer acto fue, sin duda, el mejor, el más consistente, el más refinado de los tres.
Sin embargo, los principales momentos, en los que este maravilloso resultado musical debe saltar a los oídos son la entrega de la rosa, en el segundo acto, y el trío, al final del tercero. Sin estos maravillosos resultados, una parte importante de la respuesta a la pregunta de por qué falta una (mezzo) soprano como Octavian. En el TMSP, la magia musical tan esperada de la combinación de voces femeninas, lamentablemente, no se produjo. Si lo hubiera hecho, mi amigo nunca hubiera querido un tenor como Octavian. La Sophie de Lina Mendes actuó tan bien y con gracia escénicamente pero vocalmente problemática. Hizo lo que pudo, pero esta joven straussiana exige una gran madurez técnica. Hizo el legato, pero no supo cómo colocar la voz y emitió un sonido estridente e impreciso. No fue su culpa, sino quien la eligió.
No sólo por esta magia musical, sino también por la fluidez del espectáculo, es fundamental una buena participacion de la orquesta. Y estuvo bastante bien, con un rico colorido orquestal, el trabajo musical dirigido por el director Roberto Minczuk, especialmente el día 13 de agosto. En cuanto a la personalidad de Octavian, hay algo romántico en la "tradición" inventada de la entrega de la rosa de plata, y Octavian puede incluso ser llamado caballero, pero no caballero en el sentido de miembro de la caballería o con una connotación heroica. Es un caballero tanto en el sentido de caballero (el derivado más comúnmente utilizado en el lenguaje habitual) como en el sentido de noble; de hecho, Octavian es un Conde, que no vino a rescatar a Sophie, no como un héroe, como un Lohengrin. Él es tan infantil como ella, y entregó la rosa, como un buen chico, porque eso es lo que ordenó el Feldmarschallin. No podía ser un tenor maduro. Era como el representante de una nobleza decadente. En su interpretación, Francesconi no perdió la fragilidad de la adolescente, incluso en el momento de la entrega de la rosa. Cuando tuvo la espada en la mano, frente a Ochs, no cedió a la tentación de adoptar una postura heroica y viril: siguió como el joven frágil e indeciso.
Tampoco es Sophie la doncella romántica: es una chica burguesa, por cuya mente pasa ya la posibilidad de desobedecer a su padre, por temeraria y difícil que parezca. Ella madura a lo largo de la ópera, dejando el mundo de la ilusión, en el que la nobleza era un reino de fantasía, y enfrentándose a la realidad, incluso en relación con Octavian. El personaje tampoco es un Tristán, aunque hay una clara referencia a la ópera de Wagner. Como en Tristan und Isolde, en el primer acto Octavian lamenta la llegada del dia – “¡No quiero el día!”, se queja el joven mientras la orquesta menciona explícitamente la ópera de Wagner, porque entonces todos tendrán la Marechala, y él tendrá que enfrentarse a la realidad. El deseo del joven es que la oscuridad se haga de nuevo, pero aquí el gusto por la oscuridad proviene de un joven impulsivo e inmaduro con las hormonas en pleno florecimiento, como queda claro en la música de Strauss. Es una provocación explícita de Hofmannsthal. En Múnich, bajo la brillante dirección escénica, de Barrie Kosky, y musical, de Vladimir Jurowski, me llamó la atención que la gran mezzosoprano Samantha Hankey dejara claro la broma en interpretación.
Octavian es un joven de 17 años cuya personalidad se va formando ante nuestros ojos, a lo largo de los tres actos de la ópera, y no un hombre adulto. Es un caballero como el personaje que da título a Les Amours du Chevalier de Faublas, de Jean-Baptiste Louvet de Couvray, en el que se inspiró el personaje: un joven noble, conquistador (un caballero), libertino, que se instala en París, que posee una belleza andrógina, se disfraza de mujer, es amante de una marquesa mayor (convertida en Feldmarschallin) y se enamora de una joven Sophie. La elección del Chevalier de Faublas como fuente de inspiración para Octavian no fue sin razón. Cuenta la leyenda que, tras el estreno de Elektra, Strauss habría declarado que la próxima vez haría una comedia mozartiana. El personaje de Octavian es un claro eco de Le Nozze di Figaro de Mozart, heredero directo de Cherubino (otro eco fuerte es el Feldmarschallin, que puede asociarse fácilmente con la condesa Rosina Almaviva – Dove sono i bei momenti / di dolcezza e di piacer?). Tanto Cherubino como Octavian son chicos con las hormonas altísimas que deben ser interpretados por una mujer travesti; ambos están descubriendo su sexualidad, buscan mujeres mayores casadas, pero terminan, al final, con sus jóvenes seres queridos; ambas se disfrazan y fingen ser mujeres: tanto en el primer acto como en el tercero, Octavio se viste de camarera, creando el personaje de Mariandel. Hay, pues, en Der Rosenkavalier y en Le Nozze, una doble parodia, y la intérprete que se disfraza de hombre tiene el reto de representar a un hombre disfrazado de mujer.
En Strauss todavía hay un elemento más: Mariandel es una supuesta camarera, una humilde campesina, mientras que Octavian es un noble. No hablan el mismo alemán, Mariandel habla un dialecto rústico, y eso no quiere decir que el intérprete tenga que cantar algún alemán equivocado. Al contrario: necesita aprender este otro idioma, esta otra pronunciación.
Desde la producción del 2018 de Der Rosenkavalier en el mismo teatro paulista, la excelente Mariandel de Francesconi ha llamado la atención y ganado protagonismo. Cantante seria, Francesconi estudió, buscó una buena formación, aprendió el dialecto de Mariandel y lo interpretó con maestría. En la función del día 13 de agosto, la última de Rosenkavalier, tuve la suerte de ver la ópera con un hablante nativo de alemán. A la salida, quedó asombrada de la perfección con la que Francesconi hacía el dialecto, algo que no es sencillo. Además del aspecto lingüístico, también se caricaturiza la forma de cantar, lo que no quiere decir desafinado o de ninguna manera, con la voz tirada por ningún lado. Para quien la escucha esto puede parecer fácil, pero es un peligro, requiere un gran control, más aún tratándose de una partitura de tanta complejidad. Francesconi lo hizo notablemente bien, manteniendo el control total de su línea. Por supuesto, de poco habría servido la perfecta pronunciación y canto sin la brillante inventiva escénica, divertida y de buen gusto con la que, bajo la dirección escénica de Pablo Maritano, nos lo ofreció.
Especialista en personajes travestidos en la ópera, tema que incluso fue objeto de su tesis de maestría, Francesconi se preocupa por tener un comportamiento masculino como el de Octavio, por caminar como un hombre, sentarse como un hombre. También en el color de su canto hay un fuerte componente masculino. Al igual que Mariandel, es una mujer algo desgarbada, muy parecida a una adolescente travesti, pero sin caer en una caricatura de mal gusto. Fueron muy buenas las escenas entre la Mariandel de Francesconi y el Barón Ochs de Hernán Iturralde, que es genial como actor y como cantante - si fuera bajo y tuviera las notas graves en la partitura, estaría cerca de un Ochs ideal. La evolución del personaje de Octavian es rica. Comienza despreocupado, ingenuo, dudando de los cambios que trae el tiempo, jurando amor eterno, queriendo ser el centro de atención de Marie Thérèse. Elegido como el noble emisario de la rosa de plata, se enamora de Sophie a primera vista. Al final, resuelto el problema del matrimonio no deseado, frente a Sophie y el Feldmarschallin, Octavian se muestra confuso, serio, aprende a callarse, a esperar, a observar. Se convierte en hombre y, según Feldmarschalling, en un hombre igual a los demás. El título de la ópera es de Octavian. Suyo es el primer tema que suena, en los cornos, justo en el preludio, y este tema inicia la agitación frenética de una noche de amor que se extiende por toda la orquesta. También de Octavian es la primera línea del canto: “¡Wie du warst! Wie du bist!”. Y Luisa Francesconi lo hizo con propiedad, dejando las frases en el aire, como si despertara. Al final del primer acto, cuando regresa a la habitación de Marie Thérèse, es con aire de victoria, como un buen adolescente al que le gusta darse importancia, que Francesconi canta “Confiesa: tuviste miedo, mi dulce amado, porque ¡de mí!" (en traducción de Irineu Franco Perpetuo). Todavía en el mismo acto, después de que Marie Thérèse habla sobre el paso del tiempo, Francesconi hizo un hermoso piano en traurig, cuando Octavian le pregunta al Feldmarschallin si quería entristecerlo. En el segundo acto, cuando comienza todo el alboroto que involucra a Ochs, Francesconi mira, un poco asustada, tratando de procesar todo lo que estaba pasando. En el segundo y tercer acto, en los momentos en que Octavian atraviesa las experiencias que lo transforman, Francesconi interpreta a un joven introspectivo. En resumen, lo que Francesconi presentó en la última función, el día 13, fue un Octavian de gran calidad vocal, de bajo a alto, y dramático. Lo único que le faltó a Octavian fue lo que entregó con creces como Mariandel: mayor cuidado con la dicción del alemán.
En una entrevista con la edición de julio de 2018 de la revista Opera News, la gran soprano Anja Harteros afirmó que para ella Strauss siempre es un desafío, ya que está lleno de pequeñas trampas (el término en inglés utilizado por la revista fue “small tricky”) que el público no se da cuenta y el reto es precisamente hacer que todo parezca sencillo. Ella misma reflexiona que, como parlante nativa del alemán, las cosas se vuelven más fáciles, y de hecho, no solo por eso, sino porque es una soprano muy refinada y con una técnica perfecta. Es por ello que retomo, una de mis motivaciones para escribir este artículo, que aquí en Brasil tenemos en Luisa Francesconi, una mezzosoprano en plenas condiciones para encarar los desafíos musicales propuestos por Strauss y de interpretar al complejo personaje creado por la dupla Strauss-Hofmannsthal, y es lo que he querido valorizar eso. Afortunadamente, este mismo semestre tendremos la oportunidad de verla, en el Theatro São Pedro, interpretando al otro personaje etravesti de Richard Strauss: el Compositor, en Ariadne auf Naxos. En cuanto al otro punto, el hecho de que Octavio sea un personaje travesti, si uno todavía tiene antojo de tenor, solo hay un remedio: ¡oír y ver Der Rosenkavalier una y otra vez!
Fabiana Crepaldi
Fotos: Stig de Lavor.