Pasión y desenfreno
Gustavo Gabriel Otero
Buenos Aires, 29 de mayo de 2023. Teatro Colón - Los grandes artistas generan grandes pasiones o abultados odios pero no pasan desapercibidos, y Vittorio Grigolo es un gran artista.
En este recital, que marcó su debut en el Teatro Colón de Buenos Aires, mostró todas sus potencialidades, sus virtudes, su personal forma de interpretar y sus limitaciones.
Grigolo llenó el teatro con su enorme voz que sube al agudo sin grandes dificultades, empatizó rápidamente con la mayoría del público y sacó a relucir todas sus virtudes de un verdadero showman. Su marca personal es el permanente juego de contrates entre el pianísimo y el forte, además de los cambios de dinámicas para dar mayor expresividad, que en algunos momentos hacen entrecortar la línea de canto.
El programa del concierto ofreció una selección del repertorio de Vittorio Grigolo, tanto del actual como de algunos roles que está dejando de lado: así pasaron el Duque de Mantua, Nemorino, Rodolfo, Manrico, Romeo, Don José y Werther, en un abanico que va del tenor lírico-ligero al lírico-spinto pasando por el típico tenor del repertorio francés. Algunos en versiones personalísimas otros en versiones más ajustadas pero ninguna que pueda dejar indiferente -para bien o para mal- a la audiencia.
El que esperaba un recital con el tenor parado junto al podio del director de orquesta, con versiones perfectas pero sin ninguna personalidad o de anodino fraseo salió decepcionado. El que se dejó llevar por la simpatía del artista, por su indudable carisma, por su juego escénico, por su fraseo febril y por sus personalísimas interpretaciones vivió un momento de indudable fiesta.
Luego de la Obertura de I vespri siciliani vertida con perfecto ajuste por la Orquesta de la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón bajo la atenta y sutil batuta del gran maestro italiano que es Evelino Pidò, Vittorio Grigolo se presentó con ‘La donna è mobile’ de Rigoletto donde hizo gala de la belleza de su color vocal, la homogeneidad del registro y su extensión.
La pausa para el descanso del tenor sirvió para que la Orquesta interpretara la obertura de Il barbiere di Siviglia de Rossini con alta calidad.
Quizás Grigolo no sea hoy un belcantista y por eso fue muy personal la versión de ‘Una furtiva lagrima’ del Elisir de Donezetti. Sin dudas la línea de canto se resiente en busca de la expresividad y los tiempos no son los más canónicos. Importa esto ante la explosión de alegría del público admirado por la entrega y emoción que genera el artista. Evidentemente no.
Con brillo en todas las secciones de la orquesta y perfecto ajuste el maestro Pidò acometió en el célebre ‘Intermezzo’ de Manon Lescaut de Puccini para dar paso a la gran aria de Rodolfo en La Bohème. Un rol que el tenor italiano está dejando o dejó fuera de su repertorio pero sirvió para apreciar nuevamente su forma personal de cantar y su estilo.
Antes de la última pieza orquestal de la primera parte el violinista Diego Tejedor -Presidente de la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón- junto a Oleg Pishenin -Concertino de la Orquesta Estable del Teatro Colón- le hicieron entrega al maestro Pido la batuta con la que el legendario Arturo Toscanini dirigió por última vez a la Orquesta Estable en 1941, como símbolo de reconocimiento por su labor con los músicos del Colón tanto en esta oportunidad como en sus anteriores visitas a Buenos Aires. Un emocionado Evelino Pidò condujo con esa histórica batuta el Intermezzo de Cavalleria Rusticana, de Mascagni que marcó uno de los mejores momentos musicales de la noche.
Para cerrar Grigolo encaró la famosa ‘Di quella pira’ de Il Trovatore Verdiano, con expresividad y buenos agudos pero marcando un límite en su registro que aún no es plenamente el de un lírico-spinto.
Evelino Pidò fue el acompañante preciso del tenor al seguirlo con excelencia en los tiempos, en los rubatos, en los cambios línea y de dinámicas para que el artista se luzca en todo momento. A la vez Pidò dio consistencia y perfección a los fragmentos puramente orquestales logrando de los profesores una de las mejores prestaciones de los últimos tiempos. Una verdadera batuta de relevancia internacional que con su maestría y solvencia extrae lo mejor de los músicos.
La segunda parte fue más breve: uno de los intermedios de Carmen de Bizet vertido con exquisita musicalidad y una vibrante Obertura de Norma de Bellini por parte de la orquesta en solitario.
Mientras que Vittorio Grigolo mostró su empatía y su natural excelencia en el repertorio francés en tres momentos: un delicioso Roméo de Roméo et Juliette de Gounod con ‘Ah! Lève-toi soleil’, un tocante Don José con ‘La fleur que tu m’avais jetée’, de Carmen de Bizet y un personalísimo ‘Pourquoi me réveiller?i del Werther de Massenet.
Al tradicional final con los saludos exagerados y la descarada forma de agradecer los aplausos que ya son marca personal de Vittorio Grigolo siguieron tres fragmentos fuera de programa: a plena sutileza y medias voces la versión de ‘En fermant les yeux’ de Manon de Massenet, el tradicional Brindis de La Traviata con la participación de la ascendente soprano argentina Laura Pisani y para cerrar con un personaje dramático de auténtico cuño verista como lo es Canio de Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, que está ingresando en su repertorio y en sus grabaciones, con ‘Recitar!.. Vesti la giubba’ vertido a pura pasión.