Il regno delle voci
di Gustavo Gabriel Otero
Convince più musicalmente che teatralmente, nonostante le indubbie cure del regista Pablo Mariano, il Giulio Cesare con protagonista Franco Fagioli
Buenos Aires, 06/06/2017. Il Teatro Colón con il Giulio Cesare in Egitto di Händel ha saputo offrire un'edizione musicalmente impeccabile, ma una messa in scena confusa e poco accattivante. Martín Haselbök, infatti, ha guidato con sapienza e perizia l'orchestra delineando una lettura di prim'ordine.
Franco Fagioli, protagonista, ha ribadito il suo posto ben meritano nel firmamento attuale dei contraltisti internazionali. La sua estensione si è sviluppata e ora agli acuti rutilanti si uniscono gravi notevoli, emessi con voce pressoché naturale. Come sempre colorature e variazioni sono state perfette ed è stato un attore partecipe.
Una grata sorpresa è venuta dal soprano statunitense Amanda Majeski, una rivelazione nei panni di Cleopatra. Forte presenza scenica, attrice poderosa, ha brillato per omogeneità timbrica, bel colore, tecnica rifinita e perfetta gestione di colorature e dinamiche.
Il festival dei contraltisti, quattro in totale, ha contato pure uno stupendo Jake Arditti come Sesto, Flavio Oliver perfetto nel canto e nella qualità attoriale come Tolomeo e un altro argentino, Martín Oro, Nireno eccellente, di adeguata comicità.
Adriana Mastrángelo è stata un'impeccabile Cornelia. Con una presenza scenica fascinosa e autorevole, ha offerto la giusta qualità d'interprete a ogni suo intervento vocale.
Hernán Iturralde è stato professionale ed efficace quale achilla Achilla, Mariano Glacic un appropriato Curio.
Quanto alla messa in scena, i suoi autori hanno optato per quelal che si è rivelata un'idea ripetitiva e banale: il cambio d'epoca verso un'indefinita contemporaneità. Non sono mancati, nella visione di Pablo Maritano sexy cameriere, omosessuali da caricatura, l'alta società che fa shopping in negozi lussuosi, potenti d'ogni sorta, donne oltremodo seduttive, soldati attuali e custodi nerboruti: ossia, tutti i condimenti che già sembrano il marchio di fabbrica di ogni ambientazione contemporanea.
Essendo un'opera in numeri chiusi, Mariano ha concepito la sua regia come una serie di piccole azioni teatrali slegate fra loro, alla maniera della rivista. Non si può negare, piaccia o meno questa scelta estetica, che ci sia un lavoro serio e accurato sugli attori e che nulla è stato lasciato al caso, ben delineando le azioni di tutti coloro che si trovano in scena.
La scenografia di Enrique Bordolini è dominata da una grande piramide nera completata da una tenda dorata ad apertura verticale e da un'altra rossa ad apertura orizzonale. Queste e li spostamenti della piramide su un piano girevole delimitano i diversi spazi in cui l'azione si svolge.
I costumi di Sofía Di Nunzio sono funzionali all'impostazione e si distinguono per fantasia e dettagli. Adeguata la coreografia di Carlos Trunsky e corrette le luci di Enrique Bordolini.
Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli o Máximo Parpagnoli
Teatro Colón. Georg Friedrich Händel: Giulio Cesare in Egitto. opera in tre atti, libretto di Nicola Francesco Haym, basato su un libretto originale di Giacomo Bussani. Pablo Maritano, regia. Enrique Bordolini, scene e luci. Sofía Di Nunzio, costumi Carlos Trunsky, coreografia. Franco Fagioli (Cesare), Amanda Majeski (Cleopatra), Flavio Oliver (Tolomeo), Adriana Mastrángelo (Cornelia), Jake Arditti (Sesto), Hernán Iturralde (Achilla), Martín Oro (Nireno) y Mariano Gladic (Curio). Orquesta Estable del Teatro Colón. Direzione musicale Martín Haselböck.
El triunfo de las voces
por Gustavo Gabriel Otero
Franco Fagioli protagonista de una versión musicalmente impecable de Giulio Cesare in Egitto de Händel. Seria y prolija, per aùn confusa y de poco atractiva la puesta en escena.
Buenos Aires, 06/06/2017. El Teatro Colón ofreció Giulio Cesare in Egitto de Händel, en una versión musicalmente impecable y con una puesta en escena confusa y de poco atractivo.
Martín Haselbök condujo con sapiencia y pericia a la orquesta para redondear una versión de primer orden.
Franco Fagioli en el protagónico volvió a demostrar su bien ganado lugar como uno de los contratenores estrella en el mundo en este momento. Su extensión evolucionó y ahora además de sus agudos rutilantes se agregan graves notables que emite casi con la voz natural. Como siempre fue perfecto en las coloraturas y variaciones y se lo notó compenetrado actoralmente.
Sorprendió gratamente la soprano estadounidense Amanda Majeski quien deslumbró como Cleopatra. Con impactante presencia escénica y poderosa como actriz, lució homogeneidad de timbre, bello color vocal, exquisita técnica y perfecto manejo de las coloraturas e intensidades.
El festival de contratenores -cuatro en total- contó también con un estupendo Jake Arditti como Sesto, con Flavio Oliver que sumó perfección vocal y calidad actoral como Tolomeo y con el local Martín Oro que fue un excelente Nireno con adecuadas dotes cómicas.
Adriana Mastrángelo fue una perfecta Cornelia. Con una presencia escénica que confirió belleza y autoridad al personaje, dio a cada momento vocal el punto justo de calidad interpretativa.
Hernán Iturralde fue profesional y solvente como Achilla y Mariano Glacic resultó un adecuado Curio.
En cuanto a la visión escénica el equipo a cargo optó por lo que ya resulta una concepción reiterativa y rutinaria: el cambio de época hacia una actualidad vaga. No faltaron en la visión de Pablo Maritano las sirvientas con poca ropa, los homosexuales caricaturescos, la clase alta con sus compras en tiendas de lujo, poderosos de todo tipo, mujeres particularmente seductoras, soldados actuales y custodios corpulentos; o sea todos los condimentos que ya parecen ser marca de fábrica de casi todas las puestas con ambientación contemporánea.
Siendo una ópera por números Maritano concibió la puesta como una serie de pequeñas acciones teatrales sin unidad, al modo de los denominados espectáculos de revista. Lo que no puede negarse -se comparta o no la estética de la puesta- es un trabajo serio y prolijo de marcación actoral que no dejó librado detalle al azar y que compuso en cada momento acciones teatrales para todos y cada uno de los que se encontraban en el escenario.
La escenografía de Enrique Bordolini está dominada por una gran pirámide negra que se complementa con un telón dorado de apertura vertical y otro rojo de apertura horizontal. El uso de ambos telones y los cambios de lugar de la pirámide negra -escenario giratorio mediante- delimita los distintos ámbitos donde se desarrolla la acción.
El vestuario de Sofía Di Nunzio es funcional al concepto de la puesta y brilla por la imaginación de su diseño y el cuidado de los detalles. Razonable la coreografía de Carlos Trunsky y correcta la iluminación de Enrique Bordolini.
Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli o Máximo Parpagnoli
Teatro Colón. Georg Friedrich Händel: Giulio Cesare in Egitto. Ópera en tres actos. Libreto de Nicola Francesco Haym, basado en un libreto original de Giacomo Bussani. Pablo Maritano, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación. Sofía Di Nunzio, vestuario. Carlos Trunsky, coreografía. Franco Fagioli (César), Amanda Majeski (Cleopatra), Flavio Oliver (Tolomeo), Adriana Mastrángelo (Cornelia), Jake Arditti (Sesto), Hernán Iturralde (Achilla), Martín Oro (Nireno) y Mariano Gladic (Curio). Orquesta Estable del Teatro Colón. Dirección Musical: Martín Haselböck.