L’Ape musicale

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Cinema Mozart

di Gustavo Gabriel Otero

BUENOS AIRES, 12/05/2023 - El Teatro Colón de Buenos Aires presentó Die Zauberflöte (La flauta mágica) de Mozart en la producción original de la Komische Oper Berlin (Alemania) debida a concepción de 1927 (compañía integrada por Suzanne Andrade y Paul Barri que trabaja en la intersección de performances y animación) y de Barrie Kosky. Y si bien lo visual pareció primar por sus novedades, los aspectos musicales no fueron de ningún modo opacados.
La propuesta escénica es sencilla pero a la vez plena de originalidad, frescura, imaginación, coherencia, creatividad y magia. Los personajes se funden con animaciones, transformando la puesta en una suerte de película en vivo.
La estética está basada principalmente en el cine expresionista alemán pero con algún guiño al cine mudo norteamericano, con algo que recuerda las animaciones de Lotte Reiniger y hasta un tributo a la historieta y al cine de animación pasado y actual.
Naturalmente la marcación de los cantantes, los gestos y mímica, también está tomada del estilo de actuación de las películas mudas. Y para ser coherente con la estética, los diálogos hablados se suplen con carteles del cine mudo, acompañados, también como en el primer cine, por un piano fuera de escena, en el que se tocan pasajes de las fantasías en do menor y en re menor, del propio Mozart, a cargo de Iván Rutkauskas. Esto escandalizó a muchos pero hay que considerar que los diálogos completos no se efectúan en casi ningún teatro del mundo y se presentan generalmente acortados y totalmente mutilados. Entre la mutilación y la supresión por leyendas donde se glosa lo importante para que se comprenda la acción no hay demasiada diferencia.
El maestro Marcelo Ayub condujo con pericia a la Orquesta Estable del Teatro Colón logrando un muy buen desempeño por parte de los integrantes de la misma. Su versión fue cuidada, prolija con tiempos ágiles y con perfecto espíritu mozartiano.
El elenco de cantantes fue de rara homogeneidad brillando individual y colectivamente, con el agregado de tener que sostener una propuesta exigente que obliga a interactuar y coordinar movimientos con proyecciones que no pueden ver, o cantar desde unos diez metros de altura sostenidos por arneses.
Promisorio y de excelencia el debut de la joven soprano surcoreana Hera Hyesang Park que compuso una Pamina de voz plena, gran expresividad, grato color, timbre cristalino y emisión cuidada y pareja.
El tenor argentino Juan Francisco Gatell, radicado hace años en Europa y con una más que interesante carrera internacional, fue un Tamino de perfectos acentos. Seguro, musical, con buena llegada a los agudos y con cuidada línea de canto.
Laura Pisani encarnó a la Reina de la noche con inobjetable profesionalidad. Tiene bello color, gran caudal, un centro poderoso y los agudos que hay que tener para la parte.
Lucas Debevec Mayer cumplió con solvencia como Sarastro y fue muy correcto como el Orador cantado fuera de escena y con amplificación.
Indudablemente a Alejandro Spies el rol de Papageno le sienta de maravillas, mientras que Ana Sampedro mostró su valía vocal como Papagena.
Iván Maier cumplió apropiadamente con su Monostatos. Homogéneos, bien ensamblados y seguros en sus partes las tres damas (Laura Polverini, Eugenia Coronel Bugnon y Daniela Prado), los hombres en la armadura (Nazareth Aufe y Mario De Salvo), así como los tres genios (los niños Celeste Usciatti, Vera Scattini y Adam D'Onofrio), y de gran solvencia el Coro Estable que prepara Miguel Martínez.


 

 

 
 
 

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